Olvidando números
que recuerdan fechas
que evocan momentos
que explican el porqué de estas cicatrices
que traen a la memoria estas heridas.
Olvidando palabras
que recuerdan promesas
que evocan traiciones
que explican el porqué de esta asfixia
que esta angustia trajo.
Olvidando ausencias
que recuerdan presencias
que evocan negligencia
que explica el porqué de este abandono
que esta orfandad trajo.
Olvidando rencores
que recuerdan imprecisiones
que evocan congoja
que explica el porqué de esta ansiedad
que este desasosiego trajo.
Olvidando historias
que recuerdan personajes
que evocan incertidumbre
que explica el porqué de la constancia de esta búsqueda
que esta tranquilidad trajo.
sábado, 14 de julio de 2012
lunes, 9 de julio de 2012
Carta pública, pero no tanto
El pasado 29 de junio se publicaron los resultados del concurso Becas Chile, para realizar estudios de magíster en el extranjero. Más allá de que mi postulación fuera considerada "fuera de bases" por un error informático de la plataforma virtual, quisiera hacer públicas mis felicitaciones a los más de trecientos nuevos becarios que tiene nuestro país.
Lo que celebro es que muy probablemente muchos de estos beneficiarios sean justos merecedores de este reconocimiento a sus aptitudes que se traduce - ¿cómo podría ser de otra manera en un sistema como el nuestro?- en una subvención monetaria. Pienso, por ejemplo, en mi queridísimo Francisco Aránguiz, quien gracias a su dedicación y sobresaliente potencial, se ha convertido en uno de estos becarios.
Felicito la capacitación de nuestra gente, pues en un país como el nuestro la gente es lo único realmente valioso. El nuestro es un país en el que la educación alcanza uno de los costos más altos a nivel mundial; un país que se pelea, año a año, el sitial de honor de los países que tienen una pésima distribución de las riquezas; un país que tiene un sistema de salud pública totalmente deficitario y uno privado carísimo que tampoco es excelente; un país que garantiza miseria e inseguridad a sus ancianos, a través de un sistema de pensiones que enriquece a los mismos de siempre; un país en el que sus gentes, principalmente, dedican ocho o más horas diarias a trabajos repetitivos y poco gratificantes por un salario que apenas les permite la subsistencia; un país en el que la capital es el país todo y, los que no viven en ella, se joden en el más silente de los anonimatos.
En un país como el nuestro, reitero, sólo vale la pena invertir en nuestra gente, y cuando digo "nuestra gente" me refiero también a los que han hecho suyas estas tierras. Por eso celebro a estos becarios, porque a menos que se conviertan en petulantes tecnócratas desclasados- y habrá, ciertamente, algunos que lo serán-, podrán desde sus trincheras contribuir a hacer de ésta una sociedad más amable para con sus ciudadanos; un país más justo en el que las sonrisas repleten las vidas de todos; un país en el que realmente existan servidores públicos y no los vampíricos que hoy nos despojan de la sangre y del espíritu, pero no de la esperanza.
¡Buen viaje!
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