Bajé a abrirte la puerta y, porque eres todo lo estúpidamente impredecible que podrías ser, me agarraste de un ala y me sacaste, sin paraguas, a la plaza- tenemos que mojarnos un poco- claro, pensé yo, porque nos encanta la sensación de la lluvia en la cara, porque somos como dos estúpidos que creen un poco en los símbolos chantas... y todo, probablemente, debe ser culpa de Hollywood...
Nos metimos en la casa, te preparé un té porque venías empapado y pensé que era una bonita manera de pedirte disculpas por la última vez... cogiste la taza entre temblores, te pregunté si querías ropa seca y le pedimos ropa a Javi, mi compañero, nos reímos de lo estrecha que te quedaba su ropa, pero fuiste a darle las gracias... entonces supe que ya estábamos bien...
Hoy en la mañana salí a pasear porque el día estaba soleado y ya no tenía sueño... pensé que tenías razón cuando me dijiste que aquí podemos llover todo lo que queramos de lunes a viernes pero que los fines de semana eran necesariamente de sol, como si hubiera un pacto secreto, pero no tan secreto... cuando volví- trayendo en una mano una bolsa con fruta, mientras con la otra hacía malabares para traerme un bidón de 8 litros con agua (nunca tomar el agua que sale de la llave en Barcelona y alrededores, recuérdalo siempre) y sostener fuerte la cuerda del perro- me asomé y vi que seguías durmiendo, y parecías un niño pequeño y pensé en despertarte para que saliéramos porque el día estaba tan bonito, había tanto sol que quería hacernos el desayuno y comer en la terraza mientras terminábamos la conversación que empezábamos bajo la lluvia.
Pero te dejé durmiendo, sabía que estabas cansado (¿cómo no estarlo?) porque estuviste toda la semana entre libros rastreando una palabra tras otra... y me reí mientras te miraba, pensé en todo lo catalán que te vuelves sin serlo en lo absoluto...
Volví a salir, fui a leer a un parque... volví a hacernos el almuerzo, temí no encontrarte pero ahí estabas haciéndonos el arroz... te volteaste para decirme: ¡esto es todo lo que sé! Te toca a ti hacer el acompañamiento y yo dije que acompañar era una de mis vocaciones...
Arroz con pavo a la soja... tomar té, disfrutar de la soledad de esta casa vacía salvo por nosotros, tú trabajando entre palabras, yo leyendo las de otro para poder encontrar las mías... sin música de fondo, sin más que la tranquilidad de un sábado por la tarde...
Tú corriste al salón, te asomaste por el balcón y me gritaste con todas tus fuerzas "¡el arcoiris está aquí!" aparecí, lo vi y - movida por el impulso más fuerte de estos días- te abracé fuerte y no me dijiste nada... (salvo cuando nos despedimos antes de navidad, nunca antes nos habíamos abrazado, y para ser sinceros ese abrazo navideño fue una formalidad), pero esta vez también tú me abrazaste y entendí que, por esta vez, estábamos haciendo una tregua...
Me encantó!! quedé sin palabras, te juro que citaría todo :D besos.
ResponderEliminarPodría ser las primeras paginas de un libro que se llame la tregua
ResponderEliminarlos bunkers
ResponderEliminarun cuento ré lindo sobre un mundo entre lluvia y sol en medio de la ciudad en una casa vacía..
ResponderEliminarme encanta leerte!